lunes, 4 de julio de 2011

Envidia (por Pedro Cardeñoso, psicólogo)


La sana envidia es un sentimiento natural que alguna vez hemos sentido, pero ¿qué ocurre cuando la envidia se convierte en una obsesión enfermiza? Tener envidia es sentir tristeza por el bien ajeno. Querer poseer algo de los demás sin tener que realizar ni reconocer el esfuerzo que el otro ha hecho para conseguirlo.
La envidia genera odio y resentimiento. El envidioso no piensa en cómo el otro alcanzó el objeto de la envidia, sino que genera la fantasía de quitarle lo que tiene.
La diferencia con la admiración y sana envidia está en ser capaz de reconocer, apreciar, estimar y valorar a una persona por su logro. Produce, al igual que la envidia, el deseo de poseer, pero reproduciendo la conducta del otro para merecer lo mismo.
Desde un punto de vista social, la envidia ha sido negativa y fuente de permanentes conflictos entre personas, comunidades y culturas. La religión cristiana la considera un pecado capital.
Cuando se pasa el límite de lo saludable y la envidia se hace destructiva, provocando malestar emocional y reacciones negativas que pueden llegar a la baja autoestima, al aislamiento y la depresión; hablamos de una patología que puede llevar, incluso, a conductas delictivas.
Se suele envidiar: el reconocimiento social, la fama, el prestigio, el poder, el éxito, la felicidad, la pareja, los hijos y los bienes. Por envidiar hay quien envidia los males de otro (si no, escuche en la sala de espera de una consulta médica la competición que se entabla por ver quién tiene lo peor).
Para no caer en esta trampa de la parte oscura de la mente humana, hay que tener en cuenta que es bueno desear, tener o lograr objetivos en la vida. Incluso, podemos ver en los demás qué es lo que nos gustaría tener. Pero lo primordial es que nosotros mismos definamos a qué aspiramos en la vida: ¿una pareja ideal? ¿estudios? ¿viajar? ¿vivir en paz? ¿un coche? ¿una casa? ¿ser reconocidos por todos? ¿sexo? ¿escribir? ¿el poder de liderar? ¿ejercer una profesión concreta?
Una vez aclarado dónde queremos llegar empieza el camino para lograrlo, con el esfuerzo orientado hacia la consecución de estas metas.
Según los expertos, así dejaremos de envidiar, porque estaremos muy ocupados en nuestros propios objetivos como para fijarnos en lo que obtienen o han conseguido los demás …
Es decir, que es cuestión de estar entretenido. No, si ya lo dice el refranero: “Cuando el Diablo no tiene nada que hacer …”.

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